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Cristo entrega uno de sus clavos a la santa que levanta su mirada ligeramente en éxtasis. En el lado izquierdo San Juan de la Cruz se inclina para besar el pie de Cristo. La unión mística no se realiza a través de un anillo sino del ofrecimiento de uno de sus clavos, simbolizando el sufrimiento compartido.
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El Espíritu Santo ilumina el rostro en arrobamiento de Santa Teresa y las naturalezas muertas de la mesa.
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La luz del Espíritu Santo surge del centro del inmenso lienzo, en el cielo el Padre Dios con manto opulento y acompañado de ángeles que tañen instrumentos de cuerda. Un ángel sujeta a Santa Teresa de Jesús, que, vestida de monja carmelita, y arrodillada, ofrece su pecho a la lanza incandescente a un ángel barroco.